martes, 18 de mayo de 2010

Tengo un pedazo de queso fundido reseco bajo la uña de mi índice derecho

Este es uno de esos ejercicios de escritura irrelevante y sin sentido, una especia de calentamiento que se supone todos los que nos suponemos escribidores debemos practicar en aras de evitar el atrofio de nuestros músculos redactores.
Resulta que hace ya muchos varios días me encontraba haciendo las nada divertidas labores domésticas en este su humilde departamento que perteneció a una niña antes puesto que la recámara está pintada de rosa y sólo me percaté cuando un amigo entró y dijo “tu cuarto es rosa”, pero bueno ahora lo más disímil a una mujer normal habita este departamento por lo que el orden y la limpieza no son lo cotidiano aquí.
Entonces estaba yo lavando trastes puesto que tengo esa rara y creo que mala costumbre de no lavar una cuchara siquiera hasta que sea extremadamente necesario, es decir hasta que no haya ningún recipiente o cubierto limpio y todos estén abarrotados en el fregadero diciendo “lávame”. Pues bien lavaba yo los utensilios de cocina y comida uno por uno hasta que llegué al fabuloso e importantísimo comal, fabuloso porque tiene teflón (o al menos tenía cuando lo compré) e importante porque ahí calientas todo lo que se pueda porque tiene teflón (o al menos tenía cuando lo compré).
Al parecer había hecho quesadillas o algún platillo básico comparable a puesto que el comal tenía queso derretido; tienen alguna idea de lo difícil de despegar algo de un sartén que en sus mejores épocas de comal profesional tenía una bendita capa de teflón que luchaba valientemente contra cualquier especie de alimento que osaba a pegársele y de la que ahora sólo quedaba el recuerdo?
No era nada fácil sin embargo el jabón y la esponja fueron mis aliados innegables en todo momento, pero cual sería nuestra sorpresa al ver que por más esfuerzos conjuntos que lográramos la realidad era dura y cierta, sin el teflón de nuestro lado no éramos nada.
Así que como comandante supremo de las fuerzas de limpieza avanzada contra el cochambre y asociados no tuve más remedio que recurrir al último recurso: las uñas.
Como toda batalla fue difícil pero la victoria se dio y el antes queso ahora seguramente yace varado en alguna coladera regiomontana maloliente sin embargo, en toda batalla también hay sucesos que lamentar y heridas gravísimas, en este caso mientras con mi dedo índice usaba mi uña para quitar el reseco queso no sé como el maldito esquivó la uña y se introdujo precisamente en ese pequeñísimo resquicio que existe sólo para que conozcamos el dolor en su máxima expresión y se ubica precisamente entre la uña y el dedo.
Ese pequeñísimo pedazo de queso fundido reseco bajo la uña de mi índice derecho estuvo ahí mucho tiempo para recordarme que todo en esta vida tiene su precio, que en todas las grandes victorias siempre se hace el presente el dolor pero sobretodo que el teflón no es para siempre y hay que cuidarlo y valorarlo como lo que es.
Gran lección de vida que nos regala Dupont!

2 comentarios:

M dijo...

omg! ok si yo tambien hice lo mismo una vez, pero era que mi mami habia cocinado bifes y no se salia lo pegado ¬¬ y como nadie veia y la esponja de alambre no me ayudo en nada la muy maldita use mi uñita jaja pero tuve buenos resultados. Jajaja nunca conoci a nadie que dejara los platos asi jaja pero bueno es lindo saber que existen personas asi, en mi caso solo guardo todo en su debido lugar en mi cuarto cuando vienen mis amigas...
xoxo

Jediael dijo...

Gracias por compartir tus experiencias lavatrastes Coraline.
Saludos hasta allá!
;)