domingo, 4 de julio de 2010

De cómo no conocí a tu mamá

Era uno de esos días en los que recién comenzaba a trabajar, pues acababa de salir de la universidad. Ese día salí temprano del trabajo, no porque hubo poco trabajo sino porque yo decidí salir un poco antes. ¿Que por qué decidí salir un poco antes? Porque ese día había quedado con mis amigos de jugar futbol en unas canchas de futbol rápido que ya te había dicho que estaban cerca de la universidad.
Llegamos temprano, como a las seis y media, para aprovechar la luz del sol. Jugué de portero, ya sabes que yo no sé jugar de otra cosa, y pronto llegó más gente y se armaron improvisadamente tres retas; nosotros, un grupo de chavitos que bien podían ser prepos o de secundaria y otro muy pintoresco que incluía a una chava algo ruda y que bajaba el balón con el pecho mejor que cualquiera de nosotros y un chavito de máximo diez años que jugaba como un grande; pero bueno...quedamos que a los dos goles: cambio. Lamentablemente teníamos un equipo muy malo y salimos primero ¿Lamentablemente? Rectifico: Afortunadamente salimos primero. ¿Recuerdas que te había dicho que sólo había dos canchas de rápido y entre ellas un pasillo techado, sucio y a veces maloliente destinado para los cambios; el anotador de los árbitros, los botes azules de basura y claro, las novias solidarias de los jugadores amateurs? Pues bien, yo me encontraba en este pasillo con mis guantes verdes con negro, mi jersey verde y mi short negro, sudado e invitando a mis jugadores a ser más ofensivos cuando de repente ocurrió. Apareció.
Belleza, lindura y ternura, todas unidas en una hermosa y única figura que vestía unos jeans ajustados muy azules, una blusa de cuadros morada y una cabellera indescriptible. Era delgada y bonita. No muy alta pero definitivamente no era corta de estatura. La piel de su rostro sólo podía describirse como angelical; tenía la blancura de la porcelana, la suavidad de seda y el brillo tenue de la luna.  Sus ojos eran como de hada: hermosos y verdes, como la hierba fresca que en la mañana está llena de brillantes gotitas de roció que reflejan la luz del sol. Sus labios eran delicadas y finas líneas rojizas de color fresa con cereza. Como dije, sus castaños cabellos ligeramente ondulados coronaban su tierna cabeza para ofrecer un espectáculo de elegancia y belleza que hacían correr el tiempo más despacio en ese sucio pasillo.
Mis ojos se llenaban de esta exquisitez cuando asuntos tan banales y terrenos como el futbol me regresaron al mundo real y volví a ingresar a la cancha a vengar nuestra derrota. Obviamente no lo logramos y nos sacaron varias veces al pasillo, veces que aproveché para ver si lograba obtener algo de información sobre esta bella mujer; no sé, saber si era novia de alguien, si en su plática con su amiga soltaba algún dato como carrera, nombre, algo... Hubo un momento en que un jugador de casaca azul que estaba en la cancha contigua salió y se unió a la conversación de la belleza y su amiga. Estuve atento y en ningún momento este entrometido personaje se atrevió a tomarle la mano o invadir su espacio personal. De repente me toca entrar a la cancha de nuevo pero un terrible suceso ocurrió en ese inter, al árbitro se le ocurrió pitar el silbatazo final, poniendo fin al partido que se desarrollaba en la cancha de al lado ahuyentando a mi belleza de esta manera ¿Te imaginas la sensación de premura que me invadió? ¡Yo quería salir corriendo y abandonar la portería a su suerte! Estaba con un ojo en el balón y otro en ella mientras la veía abandonar las canchas a paso lento hasta que comenzó a pasar atrás de mi portería. Yo estaba a punto de gritarle poemas, elogios, preguntas y súplicas,  estaba a punto de hacerlo cuando los infames defensas de mi equipo dejaron pasar a la delantera contraria y tuve que interrumpir mis intentos de conocer su identidad para despejar lo más lejos de mi área ese molestoso balón, volteé y las mariposas de mi estómago se alborotaron e iban a salir por mi boca decididas a buscar el nombre de aquella preciosidad cuando un grito de desesperación me hizo voltear y ver que mi inepta defensa era superada de nuevo.  Reaccioné no sé cómo e impedí el gol, pero después de eso volteé y su majestad, dueña de todas las flores de ese día, había abandonado la unidad deportiva.
Al verla lejos la ira se apoderó de mí y maldije al viento por mi nula acción. Imagínate a un portero pateando con furia al aire mientras grita como si él mismo se hubiera metido un gol en contra. Estaba muy molesto conmigo mismo, demasiado.
Cayó la noche y las luces se apagaron unánimes ensombreciéndolo todo, el cielo me reclamó indignado con truenos y relámpagos y con mis guantes húmedos y sucios, despeinado y enojado caminé solitariamente mientras la lluvia me escupía fríamente. Desde ese día soy presa de la incertidumbre que abracé y de la duda que me obsequié a mí mismo. Desde ese día no existes, puesto que ese fue el día en que pude conocer a la que hoy sería tu madre pero que no lo es y no lo será ¿Y sabes? Me da gusto pues no quisiera que tuvieras un padre que ve en la mujer de su vida la más grande de las oportunidades y la deja pasar.
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