martes, 2 de noviembre de 2010

La noche más aterradora de todas

Me levanto y despierto de mi desesperado y atribulado sueño. Me levanto y despierto sólo para desear no haberlo hecho. Abro los ojos y veo flotar sobre mi cama y debajo del techo seres deformes y temibles,
con partes humanas y extremidades bestiales; colmillos clavados en los dedos, ojos sangrientos que me observan desde sus colas y miradas asesinas.
Pongo un pie sobre el suelo que se observa rojo y se siente húmedo y tibio.
Los demonios me atacan e intenta lastimarme y penetrar mi carne con sus filosos apéndices. Uso mis brazos y los alejo, camino chapoteando entre sangre por toda la habitación y sólo cuando sé que la he recorrido toda y en mis brazos no existe espacio sin rasguño, la abandono.
Me encuentro ahora en el salón y una luz mortecina y maligna ilumina desde arriba identificando los objetos y dándoles una apariencia gótica que mejor fuera si esa luz no existiera.
Intento avanzar y se escuchan los rechinidos, doy un paso más y se escuhan los truenos y se reflejan los rayos. La maldita luz me advierte de mi total y terrible soledad en aquel espacio tan lastimosamente amplio.
Y a cada paso que doy un trueno, cada metro que avanzo un relámpago; mis oídos y mi vista me ruegan no avanzar más pero lo hago.
Recorro toda la pieza y de repente la maldita luz se acaba y se inicia un silencio más aterrador que mil truenos. Acaso logro escuchar levemente mi andar.
Avanzo, tengo que encender mi linterna para cerciorarme del espacio que piso y de repente lo veo. Aparece frente a mí. Un ser con dos caras y una cabeza; dos bocas, dos narices y cuatro ojos caóticamente repartidos, su vestimenta está hecha de telarañas. Enérgiico y decidido lo atravieso con mi puño. De su cuerpo grotesco salen gusanos y pus que arden en mi brazo.
Hago un lado el cuerpo y sigo avanzando, mi linterna es tan débil que apenas veo dónde mi pie puede pisar.
Sigo avanzando, hacia afuera de esta gran y vacía habitación cuando siento un algo viscoso que con violencia me tapa los ojos, intento zafarme y de nuevo esa viscosidad tapa mi boca, una más me aprieta el tórax y mi cuerpo quiere desvanecerse. Es difícil pero logro zafarme, a pesar de tener mis brazos heridos los ocupo para soltarme dolorosamente. Después de muchos golpes me libero pero una secreción pegajosa y maloliente me recorre el rostro, sin querer trago un poco y vomito al instante.
Sigo continuando, sin fuerzas y sin luz. Llego hasta la puerta y abro. Logro salir al patio y afuera hay una oscuridad y un frío absolutos. Tan dañino es el frío que corta mis huesos cual sierra oxidada, tal es la oscuridad que mientras más abro los ojos más negrura entra en ellos y los tapa. En mi caminar los cardos y las espinas se clavan con vehemencia en mis pies y piernas como queriendoles sacar toda la sangre.
Con lo poco que me queda de voz grito tu nombre, entregado a la más despiadada desesperación.
De pronto la inmisericorde luna se asoma y baña de plata vívida todo el castillo. Observo con claridad todo y recuerdo mi odisea.
La habitación repleta de demonios. . .ya está. La sala donde sonidos y destellos malsanos intentaron detener mi corazón y el horror y la abominación hecha persona me atacó. . .también. El vestíbulo dónde un ser maligno intentó asfixiarme en su podredumbre. . .también. El jardín de la negrura, frió y dolor extremos. . .ya.
Todo el espacio he andado, toda prueba he superado, todo ser maligno derrotado sin ni siquiera gastar algo de mi bravura; sin paralizarme un segundo ni exclamar grito alguno demuestro mi gran valentía. . .y sin embargo ahora temo.
Temo en gran manera, conozco por fin al miedo en persona y se muestra frente a mí devorándome, inmisericorde con sus mandíbulas ensangrentadas y llenas de escoria, vaciando mi cuerpo. No aguanto y me tiro al piso temblando, y acurrucado como un recién nacido, bañado en sangre, llorando y temblando.
Me he dado cuenta, al revisar en toda mi fortaleza, que en verdad estoy inmerso en la noche más aterradora de todas, noche en la que descubrí el horror que resultó ser tan terrible que muero ya lenta y dolorosamente, me encuentro en la noche más aterradora sin duda y al fin conozco el miedo pues en ningun lugar pude hallarte amor mío.

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