domingo, 1 de diciembre de 2013

Flashbacks de un continente en el que nunca estuve

Acabo de escuchar a Ana Torroja. No me acordaba que me gustaba. Y al recordarlo me di cuenta de que la española forma parte del reducidísimo grupo de intérpretes que cantan en mi castellana lengua natal. Resulta que, para los que no me conocen, profesó una afición casi total por la música hecha e interpretada en otros idiomas diferentes al español (y aunque este criterio aplica para la música cristiana, sí es que algo así existe, como para la "secular",por utilizar un adjetivo que sirva para distinguir, este texto se refiere al segundo tipo) mayoritariamente en inglés.  ¿Es acaso esto una suerte de malogrado malinchismos cultural? Lo dudo. Se debe a que lamentablemente, es muy difícil que un intérprete que cante en español logre las simples 2 cualidades que he definido para decidir sí me gusta o no un artista: que componga bien ( es decir que la letra que cantan no sea un chiste para nuestra inteligencia ni distorsione irresponsablemente nuestra gramática) y que tenga una voz y música agradable. No estoy diciendo que la música en español o la producida en nuestro país sea sinónimo de basura (no quiero polemizar) sino que para mis excéntricos y personalísimos gustos no llena mis expectativas salvo en contadas y raras excepciones. Ninguna de ellas mexicana (tristemente).
De los cuatro intérpretes que ubico y confieso (con todo el riesgo que implica) ninguno es nacido en ni siquiera en el continente en el que vivo, es más dos de ellos, la mitad, ni siquiera interpretaron los temas que me gustan originalmente en español sino que me llegaron como traducciones y aún así me conmovieron más que otros temas nacidos en la lengua de Cervantes. Curioso es que sean sólo dos países cuyos hijos y su producción artística me atraigan y me fascinen. Me refiero por parte de España a La Oreja de Van Gogh y a Ana Torroja y representando a Italia a Nek y Tiziano Ferro (a ellos me refiero cuando digo que originalmente no compusieron ni cantaron en español sino en italiano, obvio).
Con excepción de Tiziano Ferro, la mayoría de los temas cantados en español que me atrajeron los escuché por la radio de los 90s y principios del milenio (la última época realmente preapocalíptica) y tal vez esos temas se sazonan con la nostalgia de mis años de adolescencia y por eso me gustan tanto como para haberse impregnado en mi memoria las letras y estribillos de las populares canciones.
Apenas ahora me vengo dando cuenta y me llama la atención que ambas naciones pertenezcan a un pequeño y opulento continente alejado por un inmenso mar. Me llama la atención pues nunca he estado ahí, pero me identifico más con esas voces, esos registros y melodías oriundos de una tierra que no conozco que con los cánticos y palabras que mi tierra y continente han creado. Repito, no creo que la música en América sea defectuosa, solamente saco a colación que para mí hasta cierto punto es irrelevante, que me es más fácil identificarme con la desazón que adorna el dulce timbre Ana Torroja, la fuerza y sinceridad de las notas creadas por la Oreja de Van Gogh, la simpleza efectiva de lo discursos de Nek y la envidiable retórica y versatilidad interpretativa de Tiziano Ferro. Me encuentro en ellos, en sus canciones, en sus deseos, historias y anhelos, en sus dolores y peor aún en sus escenarios; fríos (más que en América), con edificios viejos, sociedades educadas y románticos puentes sobre románticos ríos. No sé por qué. Tal vez tenga que ver que he privilegiado en mis lecturas a autores europeos (Wilde, Chejov, Verne, Conan Doyle, Wells, Orwell, Chesterton, Rimbaud, Baudelaire, etc.) pero también me he deleitado y viajado al lado de grandes americanos (Borges, Cortázar, Quiroga, Huidobro, Neruda el compatriota Rulfo , etc.) identificandome grandemente. De hecho he de confesar que he rehuído voluntariamente a la lectura de cualquier obra de cualquier autor en una lengua distinta a la de mi madre. Tal parece que esta desviada afición se circunscribe sólo al ámbito musical expresado en lengua española. En cuestiones musicales soy europeo.
Quién sabe. Tal vez a través de esta afición encuentre yo las señales y la motivación para dar un paseo por los países fundadores de nuestra civilización y buscar tal vez aquello que me hace falta, aquello que no he encontrado en mi cálido y golpeado hogar. Tal vez sea una pista que me anime a buscar las demás y me atreva y logre el reto de salir a un lugar desconocido y examinarlo, desentrañarlo, para hacerlo menos desconocido conociéndome más a mí mismo. Un lugar que en el que nunca he estado pero que llevo rato escuchándolo.

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