domingo, 13 de noviembre de 2016

Romance del publicista que traicionó a la luna

Le duele. Le duele el tobillo derecho, desde que se puso esos zapatos le ha estado doliendo el hueso del tobillo derecho. Desde que se los probó antier se dio cuenta de que el borde que se ubica debajo del tobillo del zapato derecho estaba mal y rozaba con su tobillo al caminar pero. . .¿Quién desprecia unos Ferragamo hechos a mano y a su medida?
Camina solo. No hay ningún coche a la vista y de seguro no lo habrá en varias horas; son apenas las cuatro de la mañana pasadas, la crápula no terminará hasta después de las seis. Se pregunta porqué hicieron la fiesta ahí, se siguen llamando Cannes pero ahí no es Cannes (sigue siendo Francia al menos) se siguen llamando Cannes pero los leones ya no se dan en Cannes, vaya falsedad. Camina descendiendo pues para la fiesta de este año se optó por una espaciosa mansión en una colina arrobada por un cada vez más pequeño bosque, una colina que otrora era arrobada por la luz de la luna francesa.
Lleva puesto el smoking más caro de su vida. El negro moño desabrochado cae sobre su pecho, colgando, acurrucado alrededor de su cuello. Camina oblicuamente, ha ingerido demasiado alcohol y de seguro sin notarlo alguna droga de moda; sin embargo, aunque no del todo, permanece lúcido. O al menos lo suficiente para recordar de nuevo su infancia. Hoy más que nunca. Esta noche más que nunca.
Siempre quiso ser astronauta. De niño siempre le decía a su mamá que iría a la luna. Si bien es cierto que cuando nació ya habían pasado décadas desde que el hombre “conquistó” la luna, diversas turbulencias económicas y sociales le habían impedido al mundo volver al bienamado satélite. Es por eso que él soñaba en ser el primero que regresara a la luna. Cada noche en el patio de su casa salía y platicaba con ella, le decía: -¡Luna, lunera! Cuando sea grande y crezca, voy a ir a verte, voy a ir a visitarte. Me voy a parar sobre tu suelo bien brillante, y pisaré bien fuerte para levantar el polvo que brilla. Iré luna, iré y recogeré polvo tuyo en una bolsita para regalarle a mi mamá y a mis amigos. ¿Y quién sabe? Hasta me ponga a jugar futbol en tu piso. Iré y cuando regrese le diré a mi mamá que no eres de queso como ella me decía cuando era yo más chico. Jaja, jugaré futbol con una piedra lunar…- Entre otras cosas. Así, a temprana edad tuvo conocimiento y contacto con astrónomos de la Agencia Espacial Europea (AEE) pues su curiosidad y empeño eran conmovedores, y su mamá tenía un conocido ahí. Precisamente la AEE fue la primera en condenarlo pues acababa de recibir un mail de ellos reprochándole, el primero de muchos más y los que vendrían…
Sigue caminando hacia abajo por una pendiente sinuosa que es atravesada por una blanca y estrecha carretera. Mira de reojo los chorros de luces que salen de la mansión, que se mueven y se pierden en la inmensidad y negrura del espacio atmosférico. No se atreve a voltear totalmente hacia atrás. No quiere mirar a atrás.
Hoy está haciendo historia, todo el mundo lo recordará; bueno, no a él claro está (¿Alguien puede decirme el nombre de algún publicista famoso? ¿No verdad?) sino a la gigantesca trasnacional japonesa pero, cada vez que se tope con la “publicity mala” (que seguro llegará y mucha) se acordará que él fue el de la “gran idea”, por más que él intente olvidarlo los medios se lo recordarán. Pero por lo menos en su círculo sí lo recordarán bien. Probablemente salga en los libros de texto, en esos recuadros que dicen “Ethics in advertising”, será caso de estudio por generaciones y su nombre será sinónimo de polémica por siempre. Desde luego sus colegas lo admirarán y no se medirán en elogios, varias agencias lo buscarán, querrán tener al hombre que logró el mayor número de GRPs en la historia.
Precisamente en este momento y desde hace poco más de ocho horas, medio mundo (menos los sitios nublados) literalmente está expuesto a la ejecución maestra por excelencia. Sus colegas y competidores lo admirarán, contará con su aprobación total, pero ellos no cuentan, son como él. Están dañados ya. Fuera de ellos probablemente el mundo lo despreciará, sus amigos le increparán y se alejarán, su mamá trastabillará por el teléfono como nunca, pero… eso ya era así desde hace mucho, y no le importaba. Pero ahora era diferente pues resultaba que el mismo niño que tenía conversaciones nocturnas e intimas con la luna le miraba con reproche mientras sujetaba un balón bajo su brazo, torciendo la boca justo como él lo hacía de pequeño para expresar su descontento. Hasta ahora por primera vez comenzaba a odiarse a sí mismo. ¿En qué maldito momento se percató de que ir a la luna no era tan rentable ni tan glamuroso? Es más, ¿en qué momento se empezó a fijar en esas cosas?
Aunque camina cuesta abajo de la pendiente no aguanta los pies, intenta caminar sobre la parte interna pero es inútil, trata metiendo una piedrita entre el zapato y su tobillo pero tampoco funciona. Vaya que sí fue largo el camino hasta la fiesta, pero claro, se percata de eso ahora y no cuando llegó sobre un lujoso Bucatti híbrido (¡Al fin contaminar menos se puso de moda!). Su tobillo además de dolerle le empieza a arder. ¡Malditos zapatos de porquería! Comienza a hacer frío, no aguanta los pies ni las piernas, la copa que traía en su mano derecha ya no está (¿O nunca estuvo?). Camina y sigue caminando, alejándose de la fiesta, alejándose de la alegría y la felicidad. Siente sobre su espalda el resplandor lunar que ahora despide diferentes tonalidades… ¡Maldita sea! Sabe que sería demasiado cobarde y ya se ha decepcionado tanto que prefiere vivir, seguir viviendo, de la misma forma, total, ¿Qué sentido tiene? ¿Qué sentido queda? Sigue descendiendo, bajando, dándole la espalda a su sueño de infancia. No quiere voltear y se limpia con el índice bajo el párpado que cubre su ojo derecho. A su espalda y casi en medio del cielo europeo se mira una luna enormemente brillante, tan grande como sólo se ve una vez en el invierno del hemisferio norte. Una luna diferente y extraña pues sobre su rostro medio mundo puede ver el de una geisha japonesa que muestra con letras de colores y en varios idiomas (uno a la vez) las bondades de un jabón exfoliante antiarrugas. Mientras tanto él sigue caminando cuesta abajo. Pareciera que no pudiera dejar de descender. 

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