viernes, 13 de noviembre de 2009

Deja de ver al gigante y chécate a la princesa



El pasaje de hoy nos remonta la súperconocidísima historia de David y Goliat. Sí. . .ese pastorcito enanito rubio que con una honda y de una pedrada derribó al enorme filisteo.
Realmente si uno fuera un versado en la hermenéutica sabría que en ese pasaje (El capítulo 17 del primer libro de Samuel) se esconden demasiadas enseñanzas y aplicaciones para la vida diaria. . .sin embargo hoy sólo me remitiré a una sola.
Pero para llegar a ella hemos de situarnos en el contexto de esta batalla histórica que ahora sirve como símil pues siempre que ocurre un encuentro debalanceado de un gran y favorito contendiente contra otro más pequeño del cual no se espera nada decirmos que es como "David contra Goliat".
Resulta que en algún momento de la historia, cuando Israel recién estrenaba su nueva forma de gobierno (la monarquía) con Saúl como su primerísimo rey hubo broncas, como siempre. Esta vez los israelitas se enfrentaban contra uno de sus enemigos jurados más emblemáticos: los filisteos se habían apoderado de varios terrenos israelitas y recientemente se habían robado el cofre del pacto, lo cua significó una gran tragedia nacional pues deprimió a toda la nación ya que el cofre simbolizaba la presencia de su Dios. Era algo así como si algún ejército obtuviera los derechos de propiedad de la imagen de la virgen de Guadalupe y nadie pudiera usarla más para nada, sé que la comparación no viene al caso pero trato de ilustrar el porqué la exacerbada rivalidad entre estos dos pueblos.
El punto es que se iban a pelear, estaban en un valle llamado Elá, de un lado los israelitas del otro los filisteos. Y resulta que de entre los filisteos estaba un error genético llamado Goliat que medía algo así como 3 metros, llevaba una súperarmadura que pesaba como 57 kilos sin contar lanza y jabalina. Y resulta también que este tipo cada día se paraba entre su ejército y el otro y decía "Para qué pelearnos todos contra todos? Escojan de entre ustedes al mejor de su ejército para que salga y pelee conmigo. Si me gana nosotros nos rendimos y seremos sus esclavos, si pasa lo contrario ustedes nos servirán". Algo así como la primera escena de Troya si alguien la recuerda.
El punto (otra vez) es que cuando Goliat decía eso todos los israelitas se hacían guajes y se retiraban cobardemente. Y esa fue la misma historia que se repitió 40 veces, me imagino que debió haber sido la batalla más aburrida de la historia. . .
Sin embargo de repente mandan a un pastorcito X a que les lleve pan y quesos a sus hermanos mayores (él era el menor de 8) y de paso vea si siguen vivos. Entonces, el pastorcito llamado David se lanza con el itacate (comida para llevar en mexicano) y llega exactamente en el momento en que el enorme Goliat con su voz de barítono (me imagino yo) desafía por tetragésima primera vez al ejército en el que valientemente (se supone) estaban combatiendo sus hermanos. Vio cómo nadie hacía caso de la provocación del gigante y se alejaban como si hablaran con la virgen.
Sin embargo el pequeño pastorcito se indignó pues estaba ofendiendo a su nación, por ende a su familia y a su Dios, entonces que se le ocurre preguntar a los que estaban cerca "Qué le darán a quién mate a este incircunciso (mote israelita despectivo para los extranjeros) y le devuelva (lo poquito que queda) la honra a Israel?" (Versículo 26)
Y es aquí a donde quiero llegar. Examínemos un poco lo que se esconde detrás de esta aparentemente arrogante frase.
Osea, todo mundo estaba muerto de miedo (me atrevo a pensar que hasta el mismo rey pue si no porqué no salió a enfrentarlo) porque veían la muerte segura en manos de ese ancestro maximizado de los jugadores de americano. Era todo lo que veían a ese maldito y estúpido gigante con su lanza de siete kilos y su espada como la de William Wallace. Pero resulta que mientras todo mundo estaba ocupado viendo lo que el enemigo era y ellos no circulaba una convocatoria real que prometía al que venciere a esa bola ingente de grasa lo siguiente:
-Casarse con la hija del rey
-Muchas riquezas
-Tanto él como su familia quedarían exentos de impuestos de por vida.
Pues eso fue lo que le dijeron a David cuando preguntó. Y creo que eso, entre otras cosas, hizo la diferencia. Todos veían el problema, la dificultad, sus debilidades y este chamaquito vio la recompensa. Puso sus ojos más allá de lo que tenía enfrente, se imaginó viviendo como príncipe, casado con la guapísima princesa (de verdad que era guapa!), sin preocupaciones económicas de por vida, además de fama y reconocimiento nacional. En pocas palabras David cerró los ojos y dijo "Ya me vi".
Cuántas veces no nos topamos con "gigantes" en la vida, problemas, retos, desafíos, deficultades tan grandes que ahí las tenemos nos gritan a diario en nuestro valle de Elá y se burlan de nosotros y no podemos salir a enfrentarlos pues sólo vemos que de plano no la vamos a hacer contra eso. Sin embargo te invito a que mires más allá, qué pasa si logras vencer eso que te vence todos los días? Qué te vas a ganar si por fin y de una vez por todas le cortas la cabeza a eso que te derrota?
Estoy seguro que es algo buenísimo sino no tuvieras que pasar por algo tan difícil. Por un momento cierra los ojos e imagina la recompensa que te toca si tomas la decisión de confrontar ese problema de una vez por todas? Será una bellísima princesa recostada sobre un montón de riquezas?
Seguro que sí! Así que deja de ver al gigante y enfócate en la recompensa que te toca!

(Si quieres saber exactamente como termina la historia puedes seguir leyendo el capítulo 17 del primer libro de Samuel, además encontrarás algunos tips y consejos prácticos de "Cómo vencer a un gigante con 5 piedras y no morir en el intento")

No hay comentarios: