sábado, 16 de octubre de 2010

Un día como hoy. . .

pero de 1854 nació en Dublín, capital irlandesa uno de los grandes más grandes de entre los grandes; mi amigo y mentor Don Oscar Wilde. Injusto sería presentar aquí en este insuficiente e inadecuado espacio una especie de homenaje a este irónico y valiente personaje quien con su mordaz crítica, su proverbial inteligencia y su romanticismo apasionado ha influido al mundo entero. Mi encuentro con Wilde fue en la década del 2000 que due cuando leí su única novela"El retrato de Dorian Gray" sin embargo recuerdo perfectamente que en mi infancia mi padre me platicaba de las historietas que se publicaban en sus tiempos y me platicaba de un señor cuyo retrato envejecía en vez de él. De un estilo y lenguaje muy cultos y propio a la vez que elevado, recuerdo que "El retrato de Dorian Gray" me mantuvo con el diccionario en la mano todo el tiempo, sin embargo eso no fue obstáculo para que me conviertiera en ferviente admirador del dublinés. Sus obras teatrales realmente son divertidísimas de las cuales se pueden extraer frases galantes de los diálogos de sus personajes, destaca "La importancia de llamarse Ernesto" que incluso fue llevada a la pantalla grande (O por lo menos al DVD); seguro estoy de que si se representaran en algún teatro moderno seguirían creando sonrisas entre el público moderno del siglo XXI. Documentos más íntimos y polémicos son también altamente valorados como es el caso de la "Balada de la cárcel de reading" o "De profundis", el primero un poema bellísimo y el segundo una confidencialidad extremadamante sincera y también una defensa a muerte del romanticismo y la presentación de Jesucristo el Hijo de Dios como el primer romántico y creador del romanticismo, una original idea reservada para el escritor encarcelado. Cabe destacar también que además de las frases célebres que salpican sus obras están también sus pocamente conocidos poemas en prosa, que tienen una sencillez y una honradez que crean una empatía especial y un deleite al recorrer tales versos con la vista, y en ocasión de recordar su nacimiento me permito compartirles uno de mis favoritos:

Su voz

               La abeja silvestre revolotea incierta de rama en rama, con su vestido de piel y sus alas de gasa, introduciendose en el cáliz de una azucena o poniendo en movimiento, en su errátil vuelo, la campana de algún jacinto. Siéntate más cerca de mí, amiga. Fue aquí, según creo, donde hice aquel voto.
              Juré que dos existencias no serían más que una sola mientras la gaviota amara el mar, mientras el girasol buscara el sol. "Vos y yo -dije- seguiremos unidos por la eternidad". Querida amiga, aquellos días se fueron, se acabaron: el hilo del amor queda ya hilado.
              Levanta los ojos hacia aquellos álamos que se mecen al veraniego aire. Aquí en el valle, jamás brisa alguna desparrama el vello del cardo; pero allá abajo soplan los grandes vientos nacidos en mares poderosos, donde se oyen misteriososo murmullos y donde nuestros espacios son azotados por las olas. 
             Mira hacia arriba, allí donde la blanca gaviota lanza su grito agudo. ¿Qué es lo que ve y que nosotros no vemos? ¿Es una estrella o la luz que centellea en algún barco que navega rumbo a puerto extraño? ¡Ah! Si fuera verdad que pasaríamos nuestras vidas en tierra de ensueño, ¡Cuán triste sería ello!
           Querida, en estos lugares ya nada nos queda decir, expecto que un amor no está perdido nunca. El ápero invierno apuñalaba el seno de mayo, pero sus rosas escarlatas hacen estallar los témpanos. Dos naves sacudidas por la tormenta encuentran abrigo en alguna bahía, y a nosotros nos sucederá lo mismo.
          Por ahora sólo podemos besarnos de nuevo y separarnos. ¡Ah! no existe cosa a la que no pudiéramos enfrentarnos. Me queda la belleza, tú tienes tu arte. ¡Ah! ¡No te detengas! Un solo mundo no basta para dos seres como tú y como yo.





Gracias Oscar.

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