martes, 30 de septiembre de 2014

Lontananza de un estiaje futurista

Y decían que todos nos íbamos a morir...pues no todos; al menos yo no. Y estoy seguro de que no fuimos todos, lo que pasa es que nos esparcieron muy bien.
El clima es raro es cierto pero yo veo todo casi más o menos igual, casi siempre, casi igual. El sol allá arriba, el agua escasea, la tierra con grietas, el pasto semiverde, seco, las piedras...de las piedras si puedo decir que siguen igual, estoy seguro de que las piedras estuvieron así antes que nosotros y lo estarán cuando realmente nos vayamos para siempre. Lo que no veo son flores.
Llevo días caminando y hasta ahora parece que llego a las afueras de la ciudad. No recuerdo haberme alejado tanto, espero haya alguien aquí. Afortunadamente en esta región había antes muchos ríos, arroyos en realidad, de ellos quedan solo pequeños resabios, hilos delgaduchos de agua que serpentea rápido entre las rocas para que éstas no la absorban. Esos hilos audaces me han mantenido vivo
Espero que aquí haya gente. Algo de compañía sería genial, pero la verdad, si les soy sincero, me encantaría que fuera una mujer, joven, que pueda correr, y ¿por qué no? bonita. No una muñeca cuasirreal de hollywod, no. Simplemente bonita, alta y con bonito cabello, que pueda subirse a los árboles. Que se preocupe por peinarse todos los días aunque probablemente nadie la vea.
Recuerdo que antes de todo esto fui al banco, ese que estaba dentro de la plaza comercial de la ciudad donde estaba hospedado antes de que todo esto ocurriera, y a la que regreso desde la carretera. ¡Ah! Cómo extraño el aire acondicionado...sentir el aire fresco sobre mi piel que elimina el sudor y la pegajosidad, daría mi brazo derecho por un minuto del aire acondicionado de ese banco, del blanco de esa plaza.
Fue ahí donde la miré, era la más bella de las cajeras, de hecho ni siquiera recuerdo el rostro de las demás. Su cabello brillante y arreglado, su blusa bien planchada, su mascada sobre el cuello tan bien acomodada, sus labios delineados y sus ojos pequeños pero vivaces detrás de unas delicadas gafas.
Cuando llegó mi turno ella atendía a otra persona en su ventanilla, pero estoy casi seguro que me miró, sí me miró, de seguro tenía la esperanza de que lo atendiera yo, todo el tiempo en la fila me había estado mirando pero cuando se tuvo que ir a la ventanilla de mi compañera me miró casi como suspirando con la vista. En realidad no era feo, se veía agradable, y he de admitir que esa barba castaña de candado le daba un toque masculino muy atractivo. Atendí a muchos clientes que hacían grandes retiros, como si el dinero fuera a servir de algo,  se me acabó el efectivo en el momento preciso, yo estaba dentro de la bóveda cuando pasó. Cuando desperté me di cuenta de que mis pequeñas y frágiles gafas no habían sobrevivido a mi caída. ¡Rayos! Ojalá al menos ese hombre haya sobrevivido. Aunque en el supermercado del centro comercial hay comida para meses la verdad es que un hombre me ayudaría a remover los escombros que impiden me impiden acceder a los baños y, debo confesar que añoro la presencia masculina sobre todo cuando las asquerosas cucarachas y las feas ratas invaden mi colchón sin importarles mis gritos. Ahora que volvemos a lo básico entiendo en su totalidad el valor y complementariedad de nuestras diferencias. No sé cuánto tiempo dure yo sola.
Me dedico a comer y leer los libros que aún se pueden leer, el calor es insoportable, llegué a pensar en cortarme el cabello pero decidí mejor amarrármelo y ponerme una gorra para protegerlo del polvo que siempre está cayendo del techo, sé que no tiene sentido cuidar mi cabello pues tal vez lo más inútil de mi cuerpo en este momento pero mientras esté viva tengo derecho a cuidarme lo que yo quiero como quiero.
Hablando de cuidarme, escucho un ruido por el local de comida, se oye como si alguien levantara los escombros, como si quisiera entrar. ¡Qué alegría! ¡Un hombre! ¿O será una mujer? ¡Qué importa! Si es lo suficientemente fuerte para ayudarme con los escombros del baño es más que bienvenido o bienvenida, podremos bañarnos y hacer de nuestras necesidades como la gente decente...aunque pensándolo bien...hay un riesgo, sí, un riesgo muy grande y muy cierto. Yo sólo soy una mujer, débil, joven, ¿y si él es un hombre? joven o fuerte, hambriento, con necesidades y deseos...después de todo los baños no son de vida o muerte, y las ratas y cucarachas...por favor, soy un ser humano, soy una mujer adulta,  si busco podría encontrar trampas e insecticidas, no necesito de nadie, no necesito a alguien que abuse de mí, no, no, no. Menos mal que saqué desde antes las cosas de los guardias porque si no...¡Entró! ¡Maldita sea, mis lentes! No veo bien, no distingo, no distingo bien, pero usa una gorra, usa una gorra y parece que tiene una ¡Maldición! ¡No dispares imbécil! ¡Qué le pasa a este malnacido! Que no entiende que juntos podríamos..! 
Una bala le perforó un pulmón, mientras que otra hizo lo mismo con el tanque de gas estacionario, en su incontenible temor siguió disparando y logró hacer estallar el aire impregnado de combustible que la alcanzó y la consumió. Mientras, afuera, el sol recorre su camino, todavía le faltan algunas horas para ocultarse mientras, ilumina con intensidad las rocas, el polvo y los escombros. Podrían haber sobrevivido juntos pero estaban demasiado lejos.

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