martes, 13 de octubre de 2015

Ejercicio de calentamiento #1

Me siento "woo!". Me siento "woo!" porque hice sentir a alguien que considero "woo!" con mis letras. Sabes...en este momento de mi vida donde las cosas no me están saliendo tan bien como se supone me deberían de salir necesito ponerle pausa a la vida y su deprimente realidad y deleitarme en escribir lo que pienso, siento y/o pienso sentir.
Hace rato que fui al súper a comprar jamón y me di cuenta qué tan caro está mi jamón favorito (ahumado de pechuga de pavo San Rafael) y qué miserable era el saldo acumulado en mi cartera recordé cuando me dijeron que sabía escribir. Cuando me dijeron que el primer soneto que escribí en mi vida era "perfecto en estructura y tema". Lo recuerdo bien, iba en un ADO que había salido de Tuxpan, recibí el correo en mi teléfono y a causa de la inconsistente cobertura que hay en la carretera batallé mucho para descargar el correo. Cuando lo descargué y lo leí tuve que ahogar un "woo!" dentro de mí. Me debían dinero y yo debía dinero (como ahora) pero en ese instante no me importaba nada de eso me sentía el hombre más rico del continente. "Me vale si debo un millón de pesos, ¡Puedo escribir! Tómala insensible capitalismo!" De verdad, no me importaba que mis negocios no salieran bien, que tal vez pudiera perder todo y ser un fracasado profesionalmente, que se caiga el mundo, que el dolar cueste 50 pesos, ¡Qué me importa! ¡Puedo escribir!. Tengo un don invaluable, inmerecido e imperecedero. Mi don vale más que lo que el mundo me pueda ofrecer y negar. Con esa confianza enfrenté al mundo real, con el que aún me peló tratando de sacar tiempo para este arte tan hermoso que nos permite subsistir, que nos permite refugiarnos, que nos alienta y nos abre caminos diáfanos y radiantes que atraviesan la realidad. 
Es por eso que a pesar de las deudas, a pesar de los miedos, a pesar del sueño, a pesar de lo irreal debo seguir escribiendo. La historia de la estrella que se cayó al mar, de los metalobos que aterrorizan aldeas y mastican inocencia, de las mujeres que arden como ciudades sagradas, del dragón blanco que vive en el borde del mundo, de las esposas hermosas que y visibles que son falsas. Del tiempo y del espacio. Del amor y el desamor, De la esperanza inocente. De la irrealidad posible. De Dios y de su creación. De todo y para todos. Después de todo, la ventaja es que para la inspiración no se necesita siempre el jamón más caro.

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