lunes, 8 de marzo de 2010

Carta tercera de una mujer

Te saludo hermana o amiga, aunque no seas o quieras serlo de mí. Te saludo pues soy como tú; soy tu hermana, aunque no lo creas o tal vez no lo sepas, pero es igual. . . he estado escondida en las sombras tanto tiempo que hasta creo en veces haber olvidado no lo que soy sino más bien quién soy.
Soy una fémina, engarzada inequívocamente siempre a una sombra, a una sombre perenne que me oculta hasta a mí misma de mi propio ser. He vivido en las sombras desde (empiezo a creer) casi siempre, pero ni la oscuridad más nubla ha podido menguar tan siquiera, un poco mi belleza o apaciguar levemente mi encanto.
Nací mujer, y pienso firmemente morir como tal. Puesto que a veces siento que no he vivido como tal. Es por esto que en el filo del abismo abro ante ti, oh dulce niña, mi corazón lleno de madejas hermosas, propias y ajenas, que sirvieron para contar historias que ahora debes conocer.
He experimentado glorias sin fin, asímismo también he gozado de glorias efímeras, incluso me he deleitado en aquellos placeres que el mundo aún equívocamente tilda ridículamente como "de hombres": la opulencia, el lujo, la gula desbordada, la sed de venganza y la forma de saciarla, el abuso en todos los sentidos, la opresión de algunos pocos elegidos, la autoridad pero sobretodo su hermanastra mayor: la poder, sí porque la poder es hermosa y seduce a los hombres ,con su sola ilusión los lleva a obnubilarse completamente y olvidar su propia existencia; por tales motivos yo declaro que el poder nació femenino.
He tenido tanto poder como nadie (literalmente hablando) ha tenido. Y en mi trayecto hasta las atmósferas más altas he visto y repudiado mil y un veces los yerros malsanos en que ha incurrido mi propio género y que malamente a continuación enumero:
1. Señoritas deshonestas a sí mismas que venden no sólo su pudor sino también, y sin darse cuenta de ello, sus sueños y pasiones más altas; se desprecian así mismas enarbolándose un signo de pesos en el cuello, comprando (y convenciéndose) con ese tonto argumento de que "la necesidad es mucha y las oportunidades pocas" permitiendo que alguien, un tercero o una tercera, definan cuanto vale su dignidad, y si esta preciase alto, se mide y se oferta por hora.
2.Testiga he sido también, del pecado más grande que aqueja la humanidad: rostros hermosos llenos de incredulidad que no pudiendo concebir que todas somos lo que somos y nada más pero sobretodo nada menos: princesas de nuestra madre, reinas de nuestros hijos, soberanas del afecto conyugal, emperatrices del amor filial. Somo es eso y nada más, por lo que un trato como tal a todas se nos debiera de dar. No exigiendo estulticias ni atenciones de más puesto que si nacimos débiles en ciertas áreas de actividad, fue para que nuestra grácil debilidad subyugara y enseñara a esos hombres a servirnos y cumplirnos de manera recíproca y nada más. Créete mujer, creete digna de un trato no justo, ni parecido al de los varones, sino allende de este: un trato con respeto y delicadeza, con paciencia y gentileza. Exige tu lugar, no con reprimendas obscenas sino con el comportamiento de la realeza, con un andar firme y gentil, con ternura y firmeza. Puesto que los verdaderos hombres que reconocen esto no dudarán en ponerse a tu servicio una vez tras otra.
3. Por mis ojos también han pasado aquellas que sintiéndose más que especiales trastocaron su propia realidad en una fábula sin sentido, vacía, espuria y falsa por demás. Creyéndose superiores a las estrellas, tratan con miserable menosprecio a todos que no consideran tan perfectos como ellas, denostando una y otra vez a cualquier tipo de prójimo, prodigandose en lujos estúpidos y sentimientos ridículos, malgastando la vida y empecinándose en someterse cada vez más al látigo del glamour irrisorio, la vanidad superflua y la vacuidad suprema. Creyéndose tan superiores descendieron hasta límites por demás inferiores.
4. He visto también, doncellas graciosas reducidas a criaturas toscas, seres perfectos en graciosidad y justos en beldad que despreciando las dotes angélicas y los obsequios divinos gustan de compararse y competir contra sus contraseres masculinos; mancillando sus encantos, camuflajéandose en su habla, asimilando sus maneras, compartiendo sus vicios, y aceptando su escala de valores. Alardeando con ingenuidad una supuesta igualdad, que cabe mencionar, cual falacia engañosa, jamás ha sido realidad, si la naturaleza definió con anterioridad la clara, evidente, necesaria y perfecta diferencia entre los dos grandes géneros que existen ¿quiénes somos nosotras o ustedes para querer borrar esa diferencia? Igualdad de diferencias, ese debiera ser siempre nuestro lema.
No sólo establezco, reconozco y celebro que somos diferentes sino también las invito a que lo seámos día a día. Este mundo fue dado oficialmente al varón quien más de una vez ha fracasado en su misión, se le ha dado lugar de cabeza y sin embargo cada vez más ha dado muestras de ineficiencia, nuestro lugar no está sobre los hombros no, no porque no podamos sino porque no nos corresponde puesto que no lo necesitamos, no fuimos creadas para dirigir sino para influir, siempre hemos podido hacerlo, y siempre lo hemos hecho aún sin percatarnos y es hora de que estemos conciente de la grandeza del poder que se nos ha otorgado.
Tenemos múltiples y místicas virtudes reservadas para nosotras y nadie más. No tenemos poder porque nosotras mismas somos el poder, sino lo creen así miren que el mismo Dios en su hombría perfecta requirió de una joven mujer para salvar a la humanidad entera. Es tiempo de ubicarnos y reconocernos como somos, imperfectas hijas de Eva pero portadoras de esperanza como María. Reconociendo que nuestra posición no es de igualdad sino de diferencias, de salvadoras y necesarias diferencias que ayudan y complementan al hombre tantas veces caído. Por favor, no más autodenigración, no más autocompasión, el mayor daño nos lo hacemos y hemos hecho entre nosotras mismas por siempre, es el tiempo de detenernos, de callarnos y escucharnos apoyándonos mutuamente. La salvación vino y vendrá por nosotras, podrás estar en desacuerdo conmigo con todo lo anteriormente escrito pero esto no podrás negarlo: es el tiempo mujeres, es el tiempo, no es el día, ni es el mes ni tan siquiera el año de la mujer. Es simplemente el tiempo, nuestro tiempo.
Les escribe con afecto eternamente suya:

A.C.R.E.

No hay comentarios: