miércoles, 9 de octubre de 2013

Por qué te escribo

¿Qué por qué te escribo?
No lo sé.
Bueno, parcialmente sí lo sé: porque te vi. Después de un prolongado y extenuante ayuno de tu mirada (exceptuando esos segundos que me obsequiaste esa vez) me permitiste contemplar la estela rutilante que dejas al caminar. Poder contemplarte es una experiencia única e indescriptible.
Tu cabello estaba diferente; recogido sencilla pero soberbiamente ondulado y combinando preciosamente la oscuridad de la noche con el brillo del sol que es tu cara.
Tu cara.
Punto y aparte. Párrafo aparte se merece obra tan maravillosa que nunca el universo volvió a encontrar jamás. Tus cejas perfectas que junto a tus pestañas esbeltas forman un inmejorable marco a esas estrellas enormes, esos abismos gigantes y luminosos que irradian belleza desinteresada para los que te rodean. Esos pequeños cosmos que yo llamo "tus ojos". Jamás poeta alguno podrá siquiera describir la mitad de la belleza de tus hermosos ojos.
Tu nariz coqueta y discret. Que sí la sigo me lleva hasta tus labios soberbios, perfectamente diseñados, finamente trazados. Que ocultan y resguardan esa constelación de perlas níveas que presumes cuando sonríes...¡Oh querida! ¡Vale la pena todo el tiempo sacrificado por unos instantes de tu imagen!
Pero bueno, me es menester dejarte ya que los placeres oníricos me aguardan, placeres que se incrementarían considerablemente sí mis sueños visitaras. Sólo dos veces lo has hecho, no sé sí tú fuiste la que se asomó o fui yo el que te traje con tanto suplicar. Sólo dos veces has aparecido y el patrón ha sido el mismo, el milagro se ha repetido: sonríes y mi realidad se vacía, produces un error en mis procesos lógicos, mi cerebro no puede más y estalla, detiene su ritmo constante para apreciar la belleza de tu sonrisa, suspirar y seguir viviendo, recargado de alegría. Mirífica, eres maravillosa.


Ago. 07

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