domingo, 10 de mayo de 2015

M. Única

Me miraste y te miré. Y en tus negrísimos ojos vislumbré el universo. Me  sonreíste e hipnotizado por tu encanto milenial no tuve más remedio que acariciar la sedosidad de tus oscuros cabellos hasta llegar a tu mejilla perfecta.  La única amigamantesposa de belleza espectalucaradiantetérea. Mi sol; no mi estrella pues estrellas hay billones; eres mi sol por ser la estrella única que ilumina mi vida. Mi Única.

Dormimos. Confiabas en mí y en mi capacidad de domesticar la ciencia para salvarte. Solo que el tiempo era nuestro enemigo y te convencí de lidiarlo. Juntos, durmiendo. Cuando despertáramos estaríamos un paso delante de él y venceríamos, la ciencia aprendería muchas cosas y con ella podría salvarte. Dormimos.

Yo soñé con el concierto de armonía y simetría que es tu rostro. Tú rostro era el rostro más simétrico que conozco. El trazo perfecto de los arcos de tus cejas elegantes que se alzaban cuando reías, tu nariz como centro de tu belleza pura con la que disfrutabas los días de lluvia, los óvalos que contenían la hermosura concéntrica de tu mirada que se cerraba cuando te apretaba contra mí, las delicadas curvas que eran tus labios de rosa que embriagaban más que el vino. La suavidad que te envolvía toda y a la que mis manos se hicieron adictas. Conocí la belleza cuando te conocí. Tu rostro era el rostro más simétrico que conozco.

Era.

Me despertaron en un mundo ajeno y distante. Entre húmedos humores y nuevos y desconocidos dolores retomé mi conciencia usada hace casi un siglo atrás. Mi mente se reactivó y les expliqué por qué dormimos. Me hicieron preguntas, me examinaron, ignoraron mi desesperación. Cuándo terminaron de estudiarme y estuvieron listos para escucharme lo hicieron y me mostraron la razón por la cual desperté con un frío que nunca había sentido y con una tenue oscuridad en mi mirada. Me llevaron al lugar donde dormimos. Donde desperté. A mi lado tu cama no estaba. Sólo un inmisericorde vacío y un ominoso caos que me poseyó destrozando mi razón. Lágrimas, rabia, gritos y desesperanza, soledad y vacío, un desgarrador y violento vacío. Me sedaron.

Soñé que te vestías de universo, usabas galaxias como pendientes y bailabas ordenando el cosmos. Soñé que te vestías de luz y cuando reías dabas vida a todas las flores. Soñé que te vestías de mar y de ti bebían todos mis anhelos. Soñaba con los tiempos inmejorables cuando el universo no comenzaba a morir porque aún estabas en él. Soñaba con tu simetría armónica que producía una felicidad única en el mundo: la mía. 

Me despertaron en una sala blanca. Estaba ceñido con prendas de costuras imposibles. No me dejaron hablar. Me comenzaron a explicar el cataclismo absurdo y abominable que te transformó en vació. Me dijeron que ciertamente la ciencia aprendió pero cuanto más aprendió fue más difícil domesticarla y escapó de nuestro control. Ahora ya la habíamos domesticado pero el precio aún no terminábamos de pagarlo. El único consuelo que sería posible, me dijeron, era recrearte. Ciertamente la domesticaron y ahora era como un hada benefactora que trata de reivindicarse y devolvernos lo que perdimos. Pero ni ese consuelo era posible me dijeron. Aún la ciencia tiene limitantes y necesitaban una pizca material de tu identidad. Algo de ti. Con ese ínfimo bloque de tu corporeidad bastaría para recrearte y devolverle a este universo la luz que perdió. Pero donde estaba tu cama hay sólo vacío y desorden. El caos se llevó todo de ti. Sin ello el consuelo no es posible. Lloré. Lloré hasta dormir.

Soñé con tu voz mirífica. Con tus carcajadas vitalizantes. Con tus palabras gráciles. Te veía en todas partes, en la casa, en el cielo, en la playa, en la cama. Me miraste, te miré, me sonreíste, te acaricié y lo recordé.

Desperté. Les dije que me llevaran hasta donde dormía, que buscaran bien. Lo encontraron. Te encontraron en forma de vestigio capilar, tu esencia misma concentrada en una finísima hebra de negrura sedosa e infinita, belleza oscura que zarpó de tu cuerpo y se asió a mi mano para sobrevivir al futuro. La esperanza de felicidad en un cabello. Lloré. Lloré hasta reír.

Me dijeron que conseguirían todo lo necesario. Me asombré al comprobar que realmente la habíamos domesticado. ¿Qué traerían para devolverte? Luz de luna, marfil y oro para tu sonrisa. Elegante petricor para tu aroma. Delicados pastos para la tersura de tu piel. Me dijeron que a partir de mañana ya no sólo te soñaría sino que te vería. No creo poder soñar esta vez.

Mi emoción es más grande que el sueño. Mañana podré verte, olerte, sentirte, acariciarte. Mis oídos se alegrarán al escucharte. ¿Qué me dirás? ¿Me compartirás lo que soñaste? No. Dijeron que aprendieron que la conciencia no se puede separar de quien la posee. Que la separación de su dueño la aniquila y que este aprendizaje había alejado aún más de nosotros el sueño constante de la inmortalidad. Pero, entonces…

Te podría enseñar, te podría compartir cada recuerdo que fue tuyo y fue mío… pero eso no te haría vivirlo. Podría vivirlo de nuevo contigo, pero si lo vivimos de nuevo eso quiere decir que no vivimos juntos el momento original, sería otro. Y entonces todos nuestros recuerdos serían dobles, en el pasado y en el futuro.Y los momentos que viví contigo ya no serían únicos pues los replicaré con ella… y si los vivo con ella tú ya no...no serás única. No…¡No!

Me escabullo en la sala que en pocas horas será toda blanca. De manera casi milagrosa, accedo al último vestigio de tu unicidad. La intercambio por uno de mis miles de cabellos comunes.

Ellos me despiertan. Veo en sus rostros la terrible noticia que ninguno de ellos me quiere decir. Uno al fin se anima y me dice lo que quiero que me diga. Que no eres tú, que soy yo, otra vez yo. Que no saben qué pasó. Que debieron asegurarse bien antes de ilusionarme. Que lo sienten mucho. 

Me pongo la máscara de desconcierto, enmudezco y les niego mi mirada. Cierro mi puño, lo cierro y aprieto con todas mis fuerzas tu negrura oculta en mi mano, la aprieto hasta sacarme una lágrima. Una lágrima que me dará fuerza para aguantar el dolor, el vacío, la oscuridad, la nostalgia, la añoranza, el infinito sin ti. Un dolor de ausencia que valdrá la más grandes de las penas pues con él honraré tu existencia al mantenerla única. Prefiero abrazar este dolor a despojarte de tu unicidad. Pues no puede haber, no hay ni habrá jamás otra como tú. Y al sentir la luz de nuestra estrella única entrar en la habitación, celebro que así serás por siempre en el universo como en mi corazón: única. Mi única.

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