La respuesta a la eterna pregunta de los publicistas la dio Thomas Smith en 1855:
La primera vez que una persona mira un anuncio no lo ve.
La segunda vez no se percata de él.
La tercera es consciente de su existencia.
La cuarta apenas recuerda haberlo visto antes.
La quinta vez lo lee.
La sexta vuelve la cara hacia él.
La séptima lo lee y dice "Ah, caramba!"
La octava dice: "Otra vez esa maldita cosa!"
La novena vez se pregunta si servirá para algo.
La décima piensa que debe preguntar a su vecino si lo ha probado.
La undécima vez se pregunta cómo consigue el anunciante que alguien le pague por ese producto.
La duodécima piensa que si se vende es porque debe servir para algo.
La decimotercera vez piensa que debe ser una buena cosa.
La decimocuarta se acuerda que lleva mucho tiempo deseando una cosa como ésa.
La decimoquinta se siente mal porque no puede permitirse el lujo de comprarlo.
La decimosexta vez ha llegado a la conclusión de que algún día lo comprará.
La decimoséptima vez se propone a comprarlo.
La decimoctava maldice su pobreza.
La decimonovena hace cuentas una y otra vez antes de decidirse.
La vigésima vez que ve la cosa, la compra, o pide a su esposa que la compre por él.
Sencillo. no?
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