En una noche silente y
bochornosa, de una ciudad que se derrumba y con tanto miedo que sus perros ya
no ladran y hasta la luz se queda encerrada.
Mientras los muchos tiemblan,
temerosos de la oscuridad que se sigue regando; los rebeldes salen, miran
juntos hacia el cielo y juegan a redescubrir las luces de arriba olvidadas.
Las miles de pantallas
escupen versiones editadas de realidades que aspiran a ser aceptadas, los
rebeldes se deleitan en tocarse las heridas, cara a cara, mano en mano y beso en labio.
Aquellos deciden dañarse con
lealtades falsas, entrando en alcobas equivocadas, los rebeldes deciden, sí,
otra vez, volver a preferir sus pieles.
Son bastantes los orgullosos
que luchan por congelarse solos, los rebeldes se abrazan con el calor de sus
aromas diferentes.
El aire se intoxica de
odiosas palabras y cantos egoístas, los rebeldes escuchan sus suspiros como música
mágica.
Mientras todos prefieren
cegarse para no llorar más, los rebeldes descubren auroras en sus miradas.
Cuando se oyen los destellos
que provocan sangre, los rebeldes se divierten con sus risas provocadas.
Las multitudes pagan por
combatir su soledad con peroratas interminables, los rebeldes disfrutan de su silencio
acariciable
Se alza una multitud de
voces furibundas que exigen taparse con una grande y pesada apatía, y los
rebeldes sueñan…
Todo el mundo se odia,
y los
rebeldes se aman.
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