jueves, 19 de marzo de 2009

"A Dios le gusta Tiziano Ferro" o "Viviendo de una promesa confirmada"

Culpadme de anatema. . .
La vida. . .qué es la vida? Qué es la vida sino un sinuoso camino retorcido y trastocado por el tiempo y la maldad de la humanidad que lo recorre.
Camino lleno de recovecos pero también de intersticios, intersticios luminosos que dejan traslucir de vez en cuando la gloria de una dimensión allende de la nuestra.
Y a veces estos intersticios tan gloriosos se manifiestan de las formas más comunes, se disfrazan de acontecimientos trivializados al extremo de tal forma que sólo la mente y el corazón divínamente calibrados pueden detectar.
Estas susurros encriptados son emitidos en las situaciones más extrañas, decodificados de las maneras más raras y a veces entregados por las personas y los medios menos esperados. He oído y sabido cada cosa tan poco ortodoxa que a veces se maljuzga inadecuada, pero ¿quiénes somos nosotros simples y cortos mortales para juzgar aspectos sobrenaturales?
Chilangos, películas, cancioneros, sonrisas, sms's y demás parafernalia común y normal suelen impregnarse de significados trascendentales.
Lo mejor de estos visos de divinidad es su increíble y puntual oportunidad, llegan y se aparecen cuando lo tienen que hacer no antes ni mucho menos después sino en su punto, como la lluvia en verano; e incluso llegan a veces sin que los pidas ¡vaya maravilla de mecanismo!
No sé exactamente cuál sea la canción favorita de Dios de Tiziano Ferro pero puedo afirmar sin temor a equivocarme que sí sabe cuáles son las mías, e incluso sabe ordenarlas en orden de mi preferencia. 7/138= 0.0507246377 es la probabilidad de que tú le atines a mis favoritas y si le añadimos el orden de preferencia ese decimal se reduce aún más. Díganme que Dios no existe y sabré que mienten.
A mí me gustan los milagros, pero me fascinan los milagros extrovertidos, raros que nadie creería o consideraría relevantes excepto mi especial mente rara.
Porque cuando hablo bien, en serio y de verdad con la voz entrecortada encuentro siempre una respuesta firme diseñada especialmente para mí con el propósito de mantener mis niveles de cordura y ansiedad dentro de los intervalos óptimos.
Como dije: Culpadme de anatema pero jamás podrán gozar de una vida tan plena, tan plena como la mía que se me permite vivir, con recovecos e intersticios. . .

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